Horizonte

 6:33. Lunes feriado, puente, por el 2 de abril. Y aquí estoy de nuevo. ¿Escribiendo? No, de nuevo, otro abril que comienza y el pescado sin vender. Tengo la sensación de estar caminando creyendo que alguna vez llegaré al horizonte. Y ya sabemos que nunca se llega, porque el horizonte, como tal, no existe. Es tan sólo una convención, una representación, algo que pareciera que sí pero no. Pero cuando lo nombramos sabemos de lo que hablamos, inclusive hasta lo podemos ver. Pero no es real, real. Y yo ahí voy, y las voces alrededor me dicen que sí, que voy a llegar, que confíe, que lo voy a lograr. Y que mientras tanto disfrute del proceso. Mirá tantas cosas y seres lindos que te vas encontrando en el camino. Mirá qué arte, qué voz, qué artista. Mirá qué privilegio esta vida. No? Y así. Y yo sigo caminando hacia el horizonte. Intuyo que hay trampa en la cuestión. Reconozco cosas que veía de lejos y que supuestamente estaban a la altura de lo que creía el horizonte, pero las veo cuando las paso, y van quedando atrás. Y ahí quedan. Solas, sin horizonte, ni nada. Me detengo de vez en cuando y miro alrededor, un giro de 360°, y voy viendo horizonte por todos lados. Y, obviamente, me pregunto ¿porqué camino hacia allá si también hay horizonte allá? ¿será el mismo para todos lados?. No obstante, muy formalmente y como corresponde a las buenas costumbres de la gente buena y bien educada, sigo caminando en la misma dirección. A veces el viento es tan fuerte que me frena. A veces hace tanto calor que me quedo descansando debajo de un árbol frondoso, lleno de vida, y hasta de fruta. Me quedaría siempre ahí. Ya está. Pero después alguien me recuerda que el camino sigue y el horizonte me espera. ¿Que me espera? ¿Cuándo se convirtió en una entidad subjetiva capaz de esperarme? ¿Me espera solo a mí o hay muchos y muchas y tantos y tantas a las que espera? Yo no veo a mas nadie. Porque así sí sería otra la historia, si caminara hacia el horizonte (que a estas alturas ya me convencí de que, o no existe, o es, en verdad, un ser despiadado que va dando pasos pa'trás cada vez que me acerco) junto con otros y otras, bueno, así sí, quizás. Pero acá no hay nadie más que yo. Ni a las voces las veo. Las escucho. Y les hago caso, sí, porque escuchar voces y no ver de dónde provienen te hace sentir la necesidad de hacerles caso, no vaya a ser que se encarnen y que sean bichos feos y grandotes y medio matones que me obliguen a seguir caminando. Mejor hago las cosas simples, escucho las voces que me dicen que siga, y yo sigo. Y no les ando contando mis dudas, mucho menos mis certezas. Que se crean que yo me creo que ellas creen que hay un horizonte. Y así entro en el juego. Porque hay que saber cuándo retovarse y cuándo no. Y en general hay reglas, como en todo. Y acá ya las descubrí. Siempre las descubro. Antes de haber comenzado a darme cuenta de que el horizonte no es tal ya me había dado cuenta de que las voces tampoco lo son. Y que ni siquiera el camino, o lo que voy encontrando, o viendo, o percibiendo que anda por ahí. Ni siquiera yo soy tal, ni así, ni lo que pienso o creo que soy. Pero hay un juego y hay que ponerlo en práctica. Experimentarlo, caminando. ¿Dónde? No importa, vos seguí. Así, muy bien. Dejá de distraerte. Ya descansaste mucho. Muy bien, qué bien que estás caminando. Y sí, soy buena, siempre fui muy buena para todo, super inteligente y habilidosa, desde chiquita. Hice tantas cosas, mirá si no voy a poder caminar hacia el horizonte. Claro que puedo. Aunque no exista. Shhhh. Perdón. Aunque esté lejos. Vos lo ves lejos, está ahí no más, sólo que no te esforzás lo suficiente para alcanzarlo, y pensás mucho, y te das cuenta de tantas cosas que pasan en el camino que te perdés. Enfocarse. Claro, poner foco, ahí, en el horizonte. Aunque me tropiece, y con la misma piedra, varias veces. Bueno, son piedras todas distintas, en realidad. El tema es que me tropiezo. Ahí viene otro árbol lindo, con bella sombra. ¿Y si me quedo a descansar otro poco más?. Me parece que a ese árbol lo había visto en el horizonte. Si me quedo junto a él por un rato puedo hacer de cuenta que llegué. Total, miro para el otro lado, y ya está. No?

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