El Cuento del Rinoceronte Acaramelado y sus aventuras con el Gato Negro
“Hace
mucho, mucho tiempo, en una aldea muy lejana, vivía un Gato Negro que…
-¡Carmina!
“…dormía
todo el día en la escalera de…
-¡¡Carmina te estoy
llamando!!
-¡Estoy ocupada Ma!
-¡¡¡Qué ocupada ni qué
ocho cuartos, vení a la cocina inmediatamente!!!
A Carmina se le erizaron
los pelos de la nuca: ¿a la cocina? ¿Qué hizo esta vez? Recordaba muy bien
haber secado los platos, sin romper ninguno; haber limpiado el baño del Pulgui,
y hasta había llenado el salero. ¿Por qué la llamaría con tanta urgencia y ese tono la mamá?
“…la
panadería, o en la terraza soleada del…
-¡¡¡¡Carminaaaaa!!!!!
-¡Voooyyyy! … único comercio de golosinas que había en la
aldea. Este Gato era un gato muy popular y bueno, cada niño que pasaba lo podía
acariciar – no como el pulgoso éste que tenemos en casa que cada vez que lo
quiero tocar me tira el zarpazo- y les
devolvía el saludo con un maullidito tierno…
-¿Me podés decir qué
significa esto Carmina?, dijo la mamá apuntando la taza blanca, rota en muchos
pedacitos, en el piso de la cocina.
Carmina se quedó atónita.
Era “La Taza Blanca”. Ya podía despedirse de sus cuentos por una semana si no
lograba solucionar el problema en el que estaba metida…pero, ¡un momento! ¿Por
qué tendría que solucionar un problema del que ella no era para nada culpable,
ni siquiera responsable? ¿Cómo había llegado “La Taza Blanca” a romperse de esa
manera contra el piso? Y lo que era más intrigante, si no fue ella – yo no fui,
estoy segura de eso, me acuerdo cada vez que rompo algo, como el florero ese,
chino, ¿no dicen que las cosas de China son baratas y no duran?, flor de reto
me ligué esa vez, pero esta vez yo no fui, no tengo nada que ver con que se
haya roto “La Taz…
-Carmina, estoy esperando,
con la mayor paciencia con la que puedo, a que me expliques cómo fue que pasó
esto. En primer lugar, qué hacías con la taza blanca. En segundo lugar, qué
hacías con La Taza blanca y en tercer lugar, ¡¡¡qué hacías con La Taza
Blanca!!!
“…a Blanca: si no fue
ella ¡atención! ¿Quién rompió “esto”? (ya la angustia que sentía en ese momento
no le permitía seguir nombrando al objeto,
además de que su mamá no dejaba de repetir el nombre de la cosa y ella estaba
absolutamente indefensa y cómoharíaparadecirleasumamáquenotuvoquever…)
-Mami, yo no fui – dijo
con determinación y mirando a los ojos a su mamá.
Paola no pudo no creerle,
que es lo mismo que decir que Mamá Paola le creyó instantáneamente. Su hija era
de mandarse muchas macanas, manos de manteca como decía Lucrecia, la Nona de
Carmina, es decir, la mamá de Paola, pero también era una niña sincera. Nunca
mentía. ¿Raro? Puede ser, pero Paola sentía cada vez que su hija la miraba a
los ojos y le hablaba que le decía la
verdad. Y esta vez no fue la excepción.
-Pero, entonces, ¿quién
fue? ¿El fantasma Jerónimo?
-¡Paola, no lo nombres,
que se te va a aparecer! – Decía Lucrecia mientras volvía de hacer las compras
– Ya te dije mil veces que le guardes respeto al Jerónimo, gran cacique que
fue, y…
-¡Ay, mamá! Por favor,
terminá con los cuentos del Jerónimo ese. Cuando lo nombro es irónicamente, ni
me creo el verso de que se te aparece y no sé qué te dice o te hace… ¿Y vos qué
estás mirando? – le dijo a Carmina.
Y en efecto, Carmina se
había quedado mirando la ventana abierta de la cocina, unas huellas de patas,
no humanas, que descendían desde el marco de la ventana hacia la mesada y de
allí se iban perdiendo poco a poco en el piso de la cocina hasta perderse un metro
antes de llegar al living.
Carmina sabía muy bien lo
que era un metro. Y podía calcular
perfectamente esa longitud, que también sabía que era una medida de longitud,
porque a pesar de que tenía sólo 11 años, se la pasaba leyendo. Y decir que se
la pasaba leyendo no era sólo como un decir de los decires populares. No señor,
o señora. Pasaba cada hora del día (y de la noche, cuando Paola se descuidaba)
leyendo sus amados libros. Y entonces así aprendía muchas cosas, como que Venus
tiene una atmósfera muy caliente y que tiene mucho azufre y que no hay vida y
que es tan opaca que por eso se refleja mucho la luz del sol cuando pega en el
planeta y que por eso se le llama “El Lucero” porque es la estrella que más
brilla en la noche. O como que en Suiza se hablan 4 idiomas oficiales y la
gente que no sabe dice que esos son los cantones, pero no, esas son regiones y
los cantones son lo que nosotros llamamos provincias, y que el idioma que más
se habla es el suizo-alemán, que es como el alemán pero distinto, y que los
alemanes no los entienden a los suizos, y que se les armará un despiole bárbaro
cuando quieren comunicarse un suizo de la región alemana con un suizo de la
zona italiana, ¿no?
Y la huella no era
humana. Mejor aún. Ya sabía de qué tipo de animal, gris, flaco, pulguiento,
malhumorado, peleador, ventajero, maulladordedomingosporlamañana se trataba:
“El Pulgui”.
-¡Ay, la taza blanca,
Paola! ¿Qué pasó? ¿Cómo fue? Seguro que lo nombraste fiero al Jerónimo y se te
vengó. ¡Te dije!...la Taza Blanca…lo que pasamos con tu… mirá lo que quedó hecha… tantos años de matrimon… pedacitos
nada más… desde que éramos novios….ni con la gotita che… Y Lucrecia, al fin,
suspiró resignada.
-Nona, ¡fue el Pulgui! Se
metió por la ventana y tiró la taza…mirá las pisadas acá y allá…seguro se estuvo
peleando con el gato del Pepe y entró a las corridas y obvio, tiró todo…¡mirá
Ma!
-Si, Carmina, vemos –
dijo Paola- pero eso no explica qué hacía la taza en la mesada, sola no se va a
poner ahí, ¿no?
-Esa fui yo,
Paola…-aclaró Lucrecia- Me estaba por tomar una manzanilla, por el día…ya
sabés, hoy se cumplirían 52…
-…años de casados con el
Nono…
-Si – dijo Lucrecia
tragando saliva- Y justo pasó la Gloria que me avisó que estaba la feria en la
plaza con una oferta de mandarinas y naranjas buenísima, y en esta época está
bueno comer mucho cítrico. Entonces agarré el monedero y la bolsa y salí, y me
olvidé la taza ahí arriba… la pucha che, qué descuido!
En ese momento Carmina la
miró a su mamá y Paola le devolvió una mirada
cómplice, con un gestito de afirmación, muy chiquitito, para que la Nona no
se diera cuenta. Carmina salió corriendo de la cocina para su habitación, metió
la mano en su cajón de objetos preferidos, revolvió un poquito sin ver –no hace
falta cuando uno sabe cómo es la forma del objeto que está buscando- tanteó
bien, agarró el paquetito y volvió corriendo a la cocina, ni un minuto tardó, y
puso el paquetito en la falda de Lucrecia.
-¿Para mí Carmina?...
¿Qué es esto?... ¡Qué lindo papel!...lo voy a abrir con cuidado para no
romperlo, mirá que está lindo el papelito, ¿lo envolviste vos Carmi?...hermoso
el papelito que elegiste, che…a ver, por acá está…¡Oh!!!...
Y la Nona descubrió su
regalo: una hermosa taza blanca, nueva,
reluciente, más grande y más “coqueta” que la taza blanca de antes.
-Ya era tiempo de un cambio Nonita. La Taza Blanca estaba
cachada ya… era para tu cumple el regalo, pero… menos mal que el Pulgui la
terminó de romper, ¡nos hizo el trabajo para que desaparezca!
-Jajajaja…
-Jajajaja…
-Jajajaja…
Las tres rieron con ganas
y alegría, con una mezcla de
nostalgia y un poquito de “agüita en los ojos” de la mamá y la nona; quizás
recuerdos que se les cruzaron, quizás el reconocer el tiempo que pasa y no
vuelve, quizás agradecer que aún se tienen…así, entre las tres, renovando la
tradición, abrazándose, uniendo las vidas y los tiempos de esas vidas en el presente de las tres generaciones, con
amor, con dulzura, con...
-Miaaauuuu….
-Vení acá vos, travieso
que sos, che…-
Y mientras mamá Paola
agarraba y le daba besos al Pulgui
(ahora convertido en el héroe
de esta historia, ya que, pensemos un poquito: ¿cómo habrían hecho Carmina y su
mamá para hacer desaparecer La Taza Blanca? Si no fuera por el Pulgui y la
ventana abierta y las ganas de la Nona de tomar el té y la vecina que pasó y el
descuido de dejar la taza ahí y… Bueno, todo eso que no fue más que una
sucesión de hechos impredecibles pero
queribles, al fin de cuentas…) Carmina volvió a su habitación, cantando bajito
y caminando para atrás, como suele hacer cuando está muy contenta, se recostó en su cama y siguió leyendo su libro favorito: El Cuento del
Rinoceronte Acaramelado y sus aventuras con el Gato Negro.
Y colorín colorado, este
cuento ha sido contado.
Victoria Lince
Noviembre 2018
Gracias
Gracias
MEZCLA DE FANTASÍA Y REALIDAD. CAMBIOS DE NOMBRES...ESA TAZA ROTA...
ResponderBorrarLa ficción no es más que un universo paralelo donde reescribimos la realidad 😊. Gracias por leer!
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