Caja Mágica
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¿Te acordás, Paco, qué tiempos aquellos?
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Si, María… me acuerdo…
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Si, qué tiempos… Cristalinos, silenciosos
cuando debían serlo y bulliciosos por momentos. El miedo era sensible a cada
paso, nos crispaba la piel como un gélido viento azul. La heladera sólo tenía
olor a ácido, a vacío, a desconcierto. Pero nos mirábamos, y el dolor obsceno
del hambre se nos iba diluyendo.
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Si, María…
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Vos me tomabas de la mano y la plaza se
transformaba en un desfile real, me sentía la princesa heredera de un nuevo
mundo, lleno de amor y caricias, protagonista absoluta de nuestra historia. Y
sentía que nos miraban sólo a nosotros, porque a mi lado te tenía a vos, mi
príncipe adorado. Sentía celos de que te miraran otras chicas, pero yo ya te
tenía agarrado a mi mano, y sabía que no nos íbamos a soltar… ¿Verdad Paco?
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Todos los jueves, puntualmente, me pasabas
a buscar por la puerta de mi casa, para ir a dar “la vueltita”. Y por supuesto,
unos metros atrás venían la Luisa y la Adela. ¡Pobres! Por ser las hermanas
mayores les tocaba cuidarme. ¡Jajaja! ¡Cuidarme! Apenas llegábamos a la plaza
ya las perdíamos de vista, ¡al fin y al cabo éramos todos adolescentes! ¡Jajaja!
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(sonrisa tierna) ¡Qué lindos recuerdos,
María!
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Si, Paco. No se me van más de la cabeza
esos recuerdos. No, no, no, esos no se me van más…
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Son recuerdos atados con amor, María, y
esos nunca se pierden. Pueden mezclarse, aparecer y desaparecer. ¡Hacen sus
trucos! … pero no se pierden.
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¡Como una caja mágica!
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(mirada reflexiva) Si, María…como una caja
mágica, bien mágica.
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Tengo sueño Paco, me voy a dormir una siesta.
Debe ser la pastilla. Fijate qué hacen afuera. Hace calor, no se bajan de la
bicicleta y toman poca agua… Fijate, ¿dale?
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Si, María, me fijo… seguro van a estar
bien. Ahora dormí, después vuelvo…
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¿Cómo está la señora Sánchez, Juan?
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Está estable, doctora. Ahora duerme.
Victoria Lince
Enero 2019
Gracias
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